miércoles, 14 de julio de 2010

No hay excusa que valga

Acabo de leer una muy buena entrevista que le hicieron al escritor Hernán Rivera Letelier, ganador del premio Alfaguara de novela 2010.
Dice muchas cosas, pero destaca esa idea la pobreza, que él dice que padeció en carne propia. Dice que fue minero, yo hasta la fecha he conocido pocos oficios que sean tan rudos como el de minero, rudos en serio con el cuerpo que desciende a las entrañas de la tierra.
Y bueno, que fue superando los obstáculos y nunca dejó de escribir, y que el premio le llegó casi que por accidente, y así.
Habrá que leer la novela. Esta sí se me antoja, voy a ver qué tal está, y luego les platico.
Pero lo que quiero decir ahora mismo es que no hay pretexto. Este escritor me suena un poco resentido con eso de la pobreza y así, pero ha tenido una vida nada fácil y aún así escribió y escribe y ahora hasta se ganó un premio.
Porque la pobreza no debe ser pretexto, al contrario, yo creo que debe ser fuente, una fuente buenísima de inspiración, de ideas, de experiencias, de llenarse los ojos con cosas, la memoria con historias que cuenta la gente pobre.
Porque la gente pobre tiene una forma muy sabrosa de contar historias, y sus historias tienen una forma absolutamente única de quedarse en la memoria. Los pobres cuentan las historias entre tacos de frijoles y bolsas de mandado, entre tallar la ropa en un lavadero y escuchar "pero mi amigo, por qué estás tan tristeeee" en un radio chiquitito.
Total que me da gusto, que alguien con origen de pobreza haya triunfado. Me da gusto porque me da inspiración, y me dan ganas de seguirle, y me dan ganas de escribir más, hasta que un día el traje de "escritora" no me quede grande más.
Mi mero mole en esto de la escribidera con orígenes de pobreza es Juan José Arreola, pero, a diferencia de este señor que en esta única entrevista el reportero logra pintarlo como resentido, Arreola siempre me pareció encantado. La vida ejercía un poder de encantamiento sobre él, que él nunca reusó, al contrario, se entregó con alegría a sus embelesos.
Entonces iba por la vida descubriendo belleza, admirándolo todo, clavando la mirada en todo. Así me lo parece a mi, y por eso me encanta.
Yo voy por buen camino, un camino igual de embelesos que no me dejan en paz, que me piden que me entregue sin reticencias a la escribidera. Tal vez algún día lo logre, mientras eso pasa, hoy estoy de buenas.

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